martes, 7 de enero de 2014

El panadero providencial

Un empresario de Manresa cede su negocio y una vivienda a una pareja sin ingresos y con un recién nacido

Jordi Cabau, Raquel Pérez y su hijo Asier, de dos meses. / SUSANNA SÁEZ
Jordi Cabau corta una barra de cuarto al sesgo. Muestra destreza teniendo en cuenta que regenta desde hace solo un mes y medio la panadería Santa Clara, situada en Manresa (Barcelona), junto a su pareja, Raquel Pérez. Hasta hace nueve meses, Jordi trabajaba en la construcción, hasta que se quedó en paro.
La situación de crisis les pilló a ambos de repente y, lo que es peor: a la vez y con un embarazo de por medio. Sin posibilidad de acceder a ayudas públicas, acabaron bajo el techo de una casa de acogida. Allí Raquel dio a luz hace dos meses. Su suerte cambió de golpe cuando un empresario local les regaló, de forma anónima, una panadería en desuso que les ha cambiado la vida.
En un pasado no tan lejano —hace solo 10 meses— Jordi y Raquel eran dos trabajadores que habían conseguido sortear la crisis. Él, autónomo de 46 años, iba consiguiendo empleos en el castigado mundo de la construcción. En abril se le acabaron. Un mes antes se quedó en paro Raquel, que trabajaba en el restaurante de una estación de esquí de Andorra.
El final de la temporada significó para ella el fin del contrato. Jordi, por su condición de autónomo, no tenía derecho a la prestación de desempleo. Raquel tampoco. “Yo cotizaba en Andorra, y ni aquí ni allí pude pedir una ayuda”, lamenta la mujer, de 31 años, mientras calienta el biberón para el pequeño Asier, de dos meses.
El empresario les ayudó a pagar el primer pedido de la panadería
Justo cuando ambos se quedaron sin una nómina, Raquel supo que estaba embarazada. Sin ingresos, decidieron irse a vivir bajo el techo del padre de ella, en Sant Vicenç de Castellet. Pero allí apenas duraron cuatro meses. Aparte de ellos dos, en la casa vivían como podían cuatro personas más. En total, seis bocas que alimentar con la pensión del padre y los 426 de la Renta Mínima de Inserción del consuegro de este. “La situación allí era muy precaria, no teníamos nada”, tercia apesadumbrado Jordi, mientras recuerda que tuvo que vender sus guitarras para poder comer.
Pero Asier iba creciendo en el vientre y los padres buscaban soluciones desesperadamente. “Al principio fue un desastre, no encontrábamos ayuda. En los servicios sociales de Sant Vicenç nos daban consejos tales como que recurriéramos a los antiguos pañales de trapo”, explica Jordi. La situación de angustia fue creciendo de tal modo que a Raquel se le complicó el embarazo y tuvo que ser ingresada en el hospital. Y en el centro sanitario su suerte empezó a cambiar. Los trabajadores sociales del hospital les hablaron de la Fundación Rosa Oriol y de sus casas de acogida.
Allí se trasladaron hasta que Raquel dio a luz. Un empresario de Manresa leyó la historia de la pareja en un diario local y contactó con ellos. Les quería regalar una finca en desuso, que incluía una panadería y una vivienda. “¡No me lo podía creer! Yo imaginaba conseguir un trabajo, pero nunca llevar un negocio”, recuerda emocionado Jordi. El empresario, que pidió mantenerse en el anonimato, también les ayudó a comprar el primer encargo de mercancía. “Algunas cosas nos las regalaron o nos hicieron ofertas gracias a la intermediación de él”, añade.
Al principio, los servicios sociales les aconsejaban recurrir a pañales de trapo
Jordi interrumpe la conversación. Entra un grupo de cinco personas a la tienda. Compran tres pastas de chocolate y un paquete de sal. Son 2,94 euros. “¿Todo?”, pregunta extrañada una de las clientas. “¿Seguro que has contado bien?”, insiste. Los estrenados empresarios han decidido poner precios populares a sus productos. “Este barrio está muy descuidado, hay una alta concentración de inmigrantes y muchos lo están pasando mal. El otro día entró una mujer de edad pidiéndome una barra para comer y se la di. Nuestro margen es muy pequeño, estamos aquí para trabajar, no para ganar dinero”, sentencia Jordi.
En la calle donde está ubicada la panadería abundan las persianas bajadas. La pareja sabe que le costará remontar el negocio. “Pero por poco que tengamos ya es algo bueno comparado con dos meses atrás”. Sus objetivos inmediatos son ahorrar un poco e ir acondicionando la vivienda que hay en la parte trasera de la tienda. De momento siguen durmiendo en la residencia de la Fundación Rosa Oriol, una entidad creada por la familia Tous, los reputados joyeros, que tienen la sede central en Manresa. Todo el entramado civil solidario de Manresa pivota sobre la familia Tous y la monja clarisa de origen argentino Lucía Caram, que desde 2008 organiza las redes de ayuda de distribución de comida y alojamiento.
La fundación, nacida en 2010, atiende a unas mil personas entre todas las actividades que realiza, principalmente el Banco de Alimentos, aunque también dispone de varias casas de acogida. Ramon Pla, coordinador de la residencia que cobija a una quincena de personas, admite que en el caso de Jordi y Raquel han confluido gratamente varios factores: “Un empresario con ganas de ayudar, una familia necesitada y un local que podía ser un negocio”, explica Pla, esperando que este no se convierta en un caso excepcional. “Espero que los ejemplos se multipliquen, una cosa es dar alimentos o una ayuda puntual, y otra es poder dar un futuro”, remacha.

domingo, 18 de agosto de 2013

“Hay que trabajar menos horas para trabajar todos”

Corría el año 2001 cuando al economista Serge Latouche le tocó moderar un debate organizado por la Unesco. En la mesa, a su izquierda, recuerda, estaba sentado el activista antiglobalización José Bové; y más allá, el pensador austriaco Ivan Illich. Por aquel entonces, Latouche ya había podido comprobar sobre el terreno, en el continente africano, los efectos que la occidentalizaciónproducía sobre el llamado Tercer Mundo.
Lo que estaba de moda en aquellos años era hablar de desarrollo sostenible. Pero para los que disentían de este concepto, lo que conseguía el desarrollo era de todo menos sostenibilidad.
Fue en ese coloquio cuando empezó a tomar vuelo la teoría del decrecimiento, concepto que un grupo de mentes con inquietudes ecológicas rescataron del título de una colección de ensayos del matemático rumano Nicholas Georgescu-Roegen.
Se escogió la palabra decrecimiento para provocar. Para despertar conciencias. “Había que salir de la religión del crecimiento”, evoca el profesor Latouche en su estudio parisiense, ubicado cerca del mítico Boulevard Saint Germain. “En un mundo dominado por los medios”, explica, “no se puede uno limitar a construir una teoría sólida, seria y racional; hay que tener un eslogan, hay que lanzar una teoría como se lanza un nuevo lavavajillas”.
Así nació esta línea de pensamiento, de la que este profesor emérito de la Universidad París-Sur es uno de los más activos precursores. Un movimiento que se podría encuadrar dentro de un cierto tipo de ecosocialismo, y en el que confluyen la crítica ecológica y la crítica de la sociedad de consumo para clamar contra la cultura de usar y tirar, la obsolescencia programada, el crédito sin ton ni son y los atropellos que amenazan el futuro del planeta.
El viejo profesor Latouche, nacido en 1940 en la localidad bretona de Vannes, aparece por la esquina del Boulevard Saint Germain con su gorra negra y un bastón de madera para ayudarse a caminar. Hace calor.
La cita es en un café, pero unos ruidosos turistas norteamericanos propician que nos lleve a su estudio de trabajo, un espacio minúsculo en el que caben, apelotonadas, su silla, su mesa de trabajo, una butaca y montañas de libros, que son los auténticos dueños de este lugar luminoso y muy silencioso.
Pregunta. Estamos inmersos en plena crisis, ¿hacia dónde cree usted que se dirige el mundo?
Respuesta. La crisis que estamos viviendo actualmente se viene a sumar a muchas otras, y todas se mezclan. Ya no se trata solo de una crisis económica y financiera, sino que es una crisis ecológica, social, cultural… o sea, una crisis de civilización. Algunos hablan de crisis antropológica…

“La oligarquía financiera tiene a su servicio a toda una serie de funcionarios: los jefes de Estado”
P. ¿Es una crisis del capitalismo?
R. Sí, bueno, el capitalismo siempre ha estado en crisis. Es un sistema cuyo equilibrio es como el del ciclista, que nunca puede dejar de pelear porque si no se cae al suelo. El capitalismo siempre debe estar en crecimiento, si no es la catástrofe. Desde hace treinta años no hay crecimiento, desde la primera crisis del petróleo; desde entonces hemos pedaleado en el vacío. No ha habido un crecimiento real, sino un crecimiento de la especulación inmobiliaria, bursátil. Y ahora ese crecimiento también está en crisis.
Latouche aboga por una sociedad que produzca menos y consuma menos. Sostiene que es la única manera de frenar el deterioro del medioambiente, que amenaza seriamente el futuro de la humanidad. “Es necesaria una revolución. Pero eso no quiere decir que haya que masacrar y colgar a gente. Hace falta un cambio radical de orientación”. En su último libro, La sociedad de la abundancia frugal, editado por Icaria, explica que hay que aspirar a una mejor calidad de vida y no a un crecimiento ilimitado del producto interior bruto. No se trata de abogar por el crecimiento negativo, sino por un reordenamiento de prioridades. La apuesta por el decrecimiento es la apuesta por la salida de la sociedad de consumo.
P. ¿Y cómo sería un Estado que apostase por el decrecimiento?
R. El decrecimiento no es una alternativa, sino una matriz de alternativa. No es un programa. Y sería muy distinto cómo construir la sociedad en Texas o en Chiapas.
P. Pero usted explica en su libro algunas medidas concretas, como los impuestos sobre los consumos excesivos o la limitación de los créditos que se conceden. También dice que hay que trabajar menos, ¿hay que trabajar menos?

“Es necesaria una revolución. No hay que colgar a nadie, sino que hace falta un cambio radical de orientación”
R. Hay que trabajar menos para ganar más, porque cuanto más se trabaja, menos se gana. Es la ley del mercado. Si trabajas más, incrementas la oferta de trabajo, y como la demanda no aumenta, los salarios bajan. Cuanto más se trabaja más se hace descender los salarios. Hay que trabajar menos horas para que trabajemos todos, pero, sobre todo, trabajar menos para vivir mejor. Esto es más importante y más subversivo. Nos hemos convertido en enfermos, toxicodependientes del trabajo. ¿Y qué hace la gente cuando le reducen el tiempo de trabajo? Ver la tele. La tele es el veneno por excelencia, el vehículo para la colonización del imaginario.
P. ¿Trabajar menos ayudaría a reducir el paro?
R. Por supuesto. Hay que reducir los horarios de trabajo y hay que relocalizar. Es preciso hacer una reconversión ecológica de la agricultura, por ejemplo. Hay que pasar de la agricultura productivista a la agricultura ecológica campesina.
P. Le dirán que eso significaría una vuelta atrás en la Historia…

¿Una voz alternativa que debería ser escuchada? Recomienda la línea de pensamiento de Ivan Illich, humanista y pensador austriaco. “Es un hombre que, en un nivel muy profundo, pone de manifiesto las aberraciones del sistema en el que vivimos.
¿Una idea o medida concreta para un mundo mejor? Argumenta que sus ideas y medidas concretas “están todas unidas las unas a las otras”, por lo que no quiere escoger una. A lo largo de la entrevista desliza varias; una de ellas: trabajar menos para trabajar todos.
¿Un libro? Prosperidad sin crecimiento. Economía para un planeta finito (editado en España por Icaria Editorial), de Tim Jackson. “Es muy próximo a mis ideas sobre el decrecimiento”.
¿Una cita? Se remite a Keneth Boulding, uno de los pocos economistas, dice, que comprendieron el problema ecológico, que dijo: “El que crea que un crecimiento exponencial es compatible con un planeta finito es un loco o un economista”.
R. Para nada. Y en cualquier caso, no tendría por qué ser obligatoriamente malo. No es una vuelta atrás, ya hay gente que hace permacultura y eso no tiene nada que ver con cómo era la agricultura antaño. Este tipo de agricultura requiere de mucha mano de obra, y justamente de eso se trata, de encontrar empleos para la gente. Hay que comer mejor, consumir productos sanos y respetar los ciclos naturales. Para todo ello es preciso un cambio de mentalidad. Si se consiguen los apoyos suficientes, se podrán tomar medidas concretas para provocar un cambio.
P. Dice usted que la teoría del decrecimiento no es tecnófoba, pero a la vez propone una moratoria de las innovaciones tecnológicas. ¿Cómo casa eso?
R. Esto ha sido mal entendido. Queremos una moratoria, una reevaluación para ver con qué innovaciones hay que proseguir y qué otras no tienen gran interés. Hoy en día se abandonan importantísimas líneas de investigación, como las de la biología del suelo, porque no tienen una salida económica. Hay que elegir. ¿Y quién elige?: las empresas multinacionales.
Latouche considera que las democracias, en la actualidad, están amenazadas por el poder de los mercados. “Ya no tenemos democracia”, proclama. Y evoca la teoría del politólogo británico Colin Crouch, que sostiene que nos hallamos en una fase de posdemocracia. Hubo una predemocracia, en la lucha contra el feudalismo y el absolutismo; una democracia máxima, como la que hemos conocido tras la Segunda Guerra Mundial, con el apogeo del Estado social; y ahora hemos llegado a la posdemocracia. “Estamos dominados por una oligarquía económica y financiera que tiene a su servicio a toda una serie de funcionarios que son los jefes de Estado de los países”. Y sostiene que la prueba más obvia está en lo que Europa ha hecho con Grecia, sometiéndola a estrictos programas de austeridad. “Yo soy europeísta convencido, había que construir una Europa, pero no así. Tendríamos que haber construido una Europa cultural y política primero, y al final, tal vez, un par de siglos más tarde, adoptar una moneda única”. Latouche sostiene que Grecia debería declararse en suspensión de pagos, como hacen las empresas. “En España, su rey Carlos V quebró dos veces y el país no murió, al contrario. Argentina lo hizo tras el hundimiento del peso. El presidente de Islandia, y esto no se ha contado suficientemente, dijo el año pasado en Davos que la solución a la crisis es fácil: se anula la deuda y luego la recuperación viene muy rápido”.
P. ¿Y esa sería también una solución para otros países como España?
R. Es la solución para todos, y se acabará haciendo, no hay otra. Se hace como que se intenta pagar la deuda, con lo que se aplasta a las poblaciones, y se dice que de este modo se liberan excedentes que permiten devolver la deuda, pero en realidad se entra en un círculo infernal en el que cada vez hay que liberar más excedentes. La oligarquía financiera intenta prologar su vida el máximo tiempo posible, es fácil de comprender, pero es en detrimento del pueblo

Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/15/actualidad/1376575866_220660.html

lunes, 1 de julio de 2013

"Compramos 10 veces más ropa de la que utilizamos, debería darnos vergüenza"

Vivimos en tiempos de crisis y el discurso de moda es el de la austeridad. Una situación chocante, sin duda, en un país donde hasta hace no mucho parecía que cualquiera podía tenerlo todo y donde, de hecho, se espoleaba a cualquiera para que lo comprara todo, a toda costa. Ahora, el hombre común se encuentra emparedado, como comenta Ramón, abogado de 43 años, entre dos tendencias a cual más virulenta: “Por un lado no han dejado de pedirte que consumas, por el otro te piden que vivas como una monja”. El problema, añade él, “es que tratan de decirte tanto lo que necesitas –que ya te lo decían– como lo que no necesitas. Y esto último es nuevo y ya es la leche. Vale que me metan por los ojos la afeitadora eléctrica de turno o el coche mejor, pero aquello de lo que debo o no debo prescindir tengo que decidirlo yo. Hay cosas que para algunos son prescindibles y que para mí son absolutamente necesarias”.
Y aquí llegan las cuestiones: ¿Qué es lo superfluo? ¿Varía según las personas? ¿Es definible, del mismo modo que se puede indicar que es lo necesario para la supervivencia básica? La respuesta a esta última pregunta parece ser “No”: muchas cosas que usted considera absurdas y eliminables son capitales, probablemente, para su vecino, aunque quizá ni él lo sepa.
Hemos vivido en una sociedad donde la frustración no tenía lugar y todos los bienes eran bienvenidos“Son las cosas aparentemente superfluas las que nos definen, en realidad”, opina Luis F., periodista. “Piénsalo: lo que nos constituye como personas, lo que edifica nuestra personalidad, no es lo necesario. Lo necesario es común a todos –e incluso a los animales–. Es lo añadido lo que nos define, lo que no es estrictamente necesario para sobrevivir, y por tanto es en cierto modo electivo, singular. Lo decía C. S Lewis: “la amistad es innecesaria, como la filosofía, como el arte, porque no tiene un valor de supervivencia; sin embargo es una de las cosas que da valor a la supervivencia’”. “Quita todo eso supuestamente innecesario”, resume Luis, “y sólo tendrías un animal”.
Hay que ser cuidadoso, pues, cuando se hace apología de la austeridad. HastaDiógenes, como es sabido, necesitaba el sol.
La psicóloga clínica Elena Borges es partidaria del comedimiento pero bien entendido, partiendo del viejo axioma que cita, de que “no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita”.
“Lo más importante para afrontar una época como esta es la actitud de cambio”, afirma. “Hemos vivido en una sociedad donde la frustración no tenía lugar, muy intolerante, donde todos los bienes eran bienvenidos. Es una pena que haya tenido que venir una crisis para que nos demos cuenta de que hay un problema y empecemos a valorar qué es esencial y qué no, aunque si eso sucede por fin, bienvenida sea la crisis”.
En su opinión, nuestra sociedad está aquejada de “una falta general de capacidad para la introspección. Hay que preguntarse ¿qué me gustaría ser? ¿Qué me hace falta?”. Y aunque afirma que “las generaciones anteriores aguantaban mucho mejor la frustración que ésta”, sostiene también que todos estamos “equipados” para llegar a realizar esa tarea introspectiva. “Hay que disfrutar de las pequeñas cosas y valorar lo esencial…”, dice.
Pero, de nuevo, ¿qué es lo esencial?
Pequeñas cosas, muermo ininterrumpido
Ramón, el abogado, es fan de Rafael Berrio, un cantautor donostiarra cuyo disco le pasó hace poco un amigo. Ahora lo escucha a todas horas, e insiste que prestemos atención a la letra de un tema llamado Las pequeñas cosas: “No encuentro la felicidad en las pequeñas cosas/Las pequeñas cosas de la vida no me bastan (…) ¿O puede acaso compararse un amor heroico/con tal vez veinte años de muermo ininterrumpido?”. Ramón sí cree en las pequeñas cosas, pero a su manera, con matices y como modo, precisamente, dice, “de luchar contra ese muermo” del que habla la canción. “Creo que hay que cultivar las pequeñas cosas personales, las que uno quiera, que son grandes en realidad. Es un ejercicio de libertad y es un lujo. Esas cosas no deben ser dictadas por nadie. Nadie puede decirle a uno mismo lo que es superfluo y lo que no”.
Las necesidades de supervivencia son siempre muy exiguas y cubrirlas no parece suficiente para obtener satisfacciónCarlota, de 30 años, amiga suya y que también estudió psicología, aunque ha terminado trabajando en algo completamente distinto, ha reflexionado al respecto y sostiene una teoría más desarrollada y radicalmente encontrada con la tendencia actual. Para ella, el lujo –entendido a su peculiar manera– es necesario, es un motor: “Creo que tenemos bastante necesidad de lo innecesario”, opina, “Es un error considerar que el materialismo es algo antinatural. Se asume que existe un instinto de supervivencia, pero ¿y el instinto de la abundancia, del lujo? En mi opinión, el hombre tiende igualmente al lujo porque el lujo tiende también, mediatamente, a la supervivencia. Esa tendencia consiste en el deseo de tener a nuestra disposición cualquier cosa que, sin embargo, no es precisa para atender a nuestras necesidades inmediatas. Pero esas necesidades, las de supervivencia, son siempre muy exiguas y cubrirlas no parece suficiente para obtener satisfacción ni, desde luego, para progresar individual, colectiva o socialmente. Acaparar es bueno porque significa no estar atado a la búsqueda de soluciones apremiantes, porque permite pensar a largo plazo y, pensar a largo plazo, te permite evolucionar”.
Consideremos esas cosas aparentemente prescindibles como un lujo que apoya el progreso social –como Carlota– o como un elemento vertebrador de la individualidad –al modo de Ramón–: ¿Cuáles son? Lo cierto es que cada persona a la que pregunten responderá de manera distinta. Cuatro ejemplos:
Primero
Rocío, guionista: “Por supuesto que hay cosas que nos ayudan a vernos y oírnos mejor. Muchas de ellas tienen que ver con las cosas que vivimos en nuestra infancia. Objetos que nos hacen recordar que una vez fuimos nosotros, sin culpa. Normalmente no coinciden con las prioridades de los demás, por eso son especiales y nuestras. Yo descubrí hace poco mi real apego a los cosméticos. De niña mi madre se tiraba horas conmigo en la planta de cosméticos de El Corte Inglés. Cuando estoy triste, sólo con entrar y oler los perfumes caros, me pongo de buen humor. Yo construí toda una cosmogonía alrededor de esos botecitos con ungüentos misteriosos y nombres mágicos... Chanel, Clinique, Lancome... Ahora, después de una huida brutal de la civilización, al volver, me doy cuenta de que cuando me echo esas cremas conecto con una parte de mí olvidada. Mi yo me cuida, me reconforta y me hace sentir mujer y única. Yo sé que voy a ser la misma a los 80 con cremas o sin ellas. Pero cuidarme y disfrutar de poder adquirirlas me hace embadurnarme de esa niña que las coleccionaba en su cuarto y hablaba sola. Y me gusta”.
Segundo
Arturo, músico (aunque no viva de ello): “Una misma persona tiene etapas en las que se ve autosuficiente y no precisa de estímulos externos, ya sean materiales o intangibles, profundos o banales, que le ayuden a dar significado a su existencia, quizás porque es capaz de generarlos por sí sola. Y sin embargo, tiene otras etapas en las que para seguir avanzando es necesario estimularse, y por tanto buscar el acicate más adecuado para ese justo momento, que le genere nuevamente los estímulos internos que le permiten continuar. Todo pasa porque al final algo interior se active. En mi caso personal, me estimula  la labor creativa, y para ello en ocasiones no preciso de nada externo para comenzar el proceso, ya que el mero hecho de obligarme a ‘trabajar en ello’ genera una energía que se retroalimenta. En otras ocasiones, sin embargo, para activarme e iniciar el proceso que a su vez tenga ese efecto positivo en mi vida, puedo necesitar la ayuda de pequeñas cosas insignificantes y frívolas como un bolígrafo, unos vinos, o una libreta nueva; de cosas engañosamente superficiales como asearme y vestirme de una manera concreta o de que alguien que aprecias o te atrae sexualmente te de una palmadita en la espalda y te anime a seguir en esa línea, o de cosas más profundas, algunas con un significado más explícito como leer el libro adecuado, ver la película idónea o escuchar un disco determinado, y otras con un significado mucho más personal, como cargarme de energía negativa viendo cosas que disparan mis niveles de rabia en la calle, en los bares, en mi lugar de trabajo superfluo, o en la televisión”.
Tercero
Antonio, periodista, jefe de prensa de una asociación comercial: “El deporte es un elemento terapéutico que es esencial para mí. Nos recuerda lo que somos, animales. Antes cazábamos mamuts y ello generaba mucha satisfacción, pues podías alimentar al clan, ahora ese bienestar se obtiene con unas horas de bici, un buen partido de tenis o corriendo por el parque para sudar un poco y desconectar de la rutina diaria. No traes la comida a casa, aunque podrías matar a un caniche o a un jubilado, pero en nuestro interior se produce algún proceso que genera casi tanto bienestar”.
Cuarto
Úrsula, funcionaria: “Yo hago un programa de radio. No cobro nada por hacerlo. Habrá quien piense que no tengo nada mejor que hacer con mi vida, pero en cambio para mí configura una fuente de satisfacción personal porque aprendo, me obliga a indagar, y me permitía desarrollar facetas, y además saber que es algo valorado por mi entorno, que gusta”.
Como se verá, ni el olor de los cosméticos, ni las carreras por el parque en pos de un inexistente mamut, ni los programas de radio underground ni los poemas de media tarde dan ni un duro. Muy al contrario, quitan tiempo y dinero. Nadie nos los prohibirá, por ahora, pero muchos podrían considerarlos inútiles. De hecho, lo hacen.

lunes, 24 de junio de 2013

Una ‘superluna’ iluminará el cielo nocturno


En las noches de este sábado y de este domingo, se verá en el cielo una luna mucho más grande y brillante. El fenómeno, conocido comosuperluna se produce porque el satélite estará en su punto más cercano a la Tierra –perigeo-- una media hora antes de entrar en su fase de llena, algo que se da una vez al año.
Durante la superluna, el satélite parecerá un 14% más grande y un 30% más brillante que regularmente. Este domingo a la una de la tarde (hora peninsular española), la Luna llega a su perigeo a una distancia de 356.991 kilómetros de la Tierra; será entonces cuando más grande se vea.
La Luna no estuvo tan cerca de la Tierra desde mayo de 2012 y no volverá a estarlo hasta agosto de 2014. El año que viene, además, no se verá tan grande porque llegará a su apogeo más lejos de la Tierra.
Este fenómeno en el que coincide el perigeo con la fase de Luna llena causará variantes mayores en las mareas de los océanos, según los expertos. Aunque las mareas más altas no coincidirán con el perigeo lunar, sino que ocurrirán un par de días después, dependiendo de la ubicación costera.








domingo, 19 de mayo de 2013

El coronel Twitter conquista la Tierra


El coronel Chris Hadfield (53 años), el primer canadiense que ha dirigido la Estación Espacial Internacional (ISS) en sus 15 años de vida, subió al espacio en diciembre con 20.000 seguidores en Twitter y bajó, 146 días después, el pasado martes, con casi un millón. “Vivir sin estar atado a la fuerza de la gravedad es como tener un superpoder, el de volar”, relató ya de vuelta a la Tierra. Y Dave, el hermano mayor con el que aprendió a volar, lo entendió perfectamente: “Es que ha vivido su viaje con la capacidad de asombro de un niño. Sabe disfrutar de cada momento”.
Hadfield ha convertido su estancia en el espacio en un espectáculo transmitido a todo el mundo por las redes sociales. Sus vídeos sobre la vida cotidiana a 400 kilómetros de altura han resucitado la magia perdida de los astronautas. La suya no ha sido una experiencia solitaria, “demasiado bella como para no ser compartida”, justificó el jueves en su primera rueda de prensa, aún mareado por el regreso a la dictadura de la gravedad.
Chris Hadfield, tras aterrizar el martes en Kazajistán. / M. METZEL
Chris Hadfield creció muy pegado a la tierra, pero con una fuerte conexión con el aire. Su familia, compuesta por cinco hermanos, tenía un campo de maíz en Milton, a unos 60 kilómetros al oeste de Toronto. “Nos pasábamos el día conduciendo tractores”, recuerda Dave por teléfono, mientras miraban al cielo. Su padre era piloto de Air Canada. Dave y otro hermano se hicieron aviadores. Y Chris, el que más alto llegaría, fue a la escuela militar para hacerse piloto de pruebas. Amaban los aviones. “Éramos adolescentes y nos fuimos una vez a Miami, ida y vuelta, solo por montar en un Boeing 747”.
No eran tiempos en los que pareciera factible que un chaval canadiense llegara a astronauta. No había un programa espacial ni caminos marcados que seguir. El espacio era el territorio de estadounidenses o de rusos. Pero él lo tenía claro desde los nueve años. Clavó los codos, nutrió su imaginación con lecturas de ciencia ficción, trabajó su cuerpo con el esquí. Mientras, practicaba con la guitarra, su otra gran pasión.
VIDEO: YouTube/ Canadian Space Agency
“Mi hermano siempre ha sido un gran comunicador, el mejor de Canadá”, apostilla Dave, seguramente el menos sorprendido del éxito viral de Chris. “Y ha tenido la sabiduría de escuchar a los jóvenes”. Entre ellos está Evan, de 28 años, el hijo del astronauta de moda. “Mi padre es la persona más dedicada que conozco, algo casi sobrehumano. La única queja que tuvo durante estos meses en la estación era tener que ir a dormir”, relata desde Alemania, donde ha terminado un máster. Evan ha sido el cómplice del coronel en su aventura. Hace tres años, cuando supo que sería el comandante de la ISS, Hadfield pidió a sus tres hijos, nativos digitales, que le ayudaran a encontrar la mejor manera de contarlo. Despertar el interés de la gente por lo que sucede más allá de la esfera terrestre, “que se emocionaran, que se hicieran preguntas para ver en una dirección diferente”. Ese era el reto, recuerda ahora Evan, que ha trabajado estos cinco meses, asegura, hasta 16 horas diarias para difundir por Twitter los vídeos pedagógicos de su padre, las fotos que enviaba de los paisajes más sorprendentes de la Tierra o las respuestas a las preguntas que le formulaban sus seguidores. Y luego gestionar los 13.000 mensajes que llegaban de media como respuesta.
Evan, el hijo de Hadfield, dedicó hasta 16 horas diarias a difundir los mensajes de su padre desde el espacio
Hadfield partió de Kazajistán con dos compañeros en la Soyuz, un ruso y un estadounidense, y 3.000 comentarios. El coronel ya había preguntado a los usuarios de la red social Reddit qué les gustaría saber sobre la vida en el espacio. La reacción fue masiva: ¿Cómo va al baño? ¿Se practica el sexo en la estación? ¿Siente miedo ante este viaje? Hadfield no eludió ninguna pregunta. El coronel ha dedicado diez horas cada día a la NASA y seis a compartir. Facebook, Google+, Tumblr, YouTube... La página de la Agencia Canadiense del Espacio (CSA) ha tenido 24 millones de visitas a sus vídeos y un subidón de un 70% más con respecto a 2012. Evan le quita importancia a uno de los últimos capítulos gloriosos que Chris Hadfield regaló desde el satélite artificial: la grabación de un vídeo (con música procedente del planeta Tierra) en el que entona con su guitarra flotante y buena vozuna nueva versión de la mítica Space Oddity de David Bowie. “La actuación estaba preparada desde hace tiempo, pero dos semanas antes no sabíamos si se podía hacer. Necesitábamos permisos de los Gobiernos de Canadá y de Estados Unidos”. Hadfield compone y tiene un grupo llamado Bandella con el que toca en Houston (Texas), ciudad a la que se mudó en 1992.
VIDEO: YouTube/ Canadian Space Agency
“Chris es una persona sencilla, lo opuesto a una prima donna”, destaca Dave. “Puede hacerse entender por un niño de cuatro años o por un doctor”, indica Julie Simard, portavoz de la CSA. Si su forma natural de explicar cómo hidratar espinacas en las instalaciones del satélite o cómo el llanto de un hombre en el espacio se convierte en una bola de agua no habían sido suficiente prueba, en la rueda de prensa de regreso confesó: “Me siento como un hombre viejo. Cuando aterrizamos, noté el peso de mis labios y de mi lengua. Ahora me duele el cuello y la cabeza. No sé qué haré en el futuro inmediato, tengo que aprender a caminar otra vez...”. Eso sí, se ofreció a contarlo en inglés, francés o ruso.
Hadfield ya tiene sucesores. Jeremy Hansen, de 37 años, que forma parte de la nueva generación de astronautas canadienses, admira su capacidad de acercar el gran misterio del universo. El astronauta español Pedro Duque, que conoce a Hadfield desde hace años, está de acuerdo en que “lo borda” cuando habla de la vida en la estación y piensa que pasarán años antes de que aparezca alguien que combine las cualidades de Hadfield, quien es, según Duque, “muy organizado”.
VIDEO: YouTube/ Canadian Space Agency
La ISS, que garantiza la presencia humana permanente en el espacio, ha sido un proyecto perseguido por la controversia, debido a la gigantesca inversión de 100.000 milones de euros por un periodo de 30 años —datos de la Agencia Espacial Europea— y a la duda sobre su utilidad. Duque señala que los objetivos se van cumpliendo y se va “a más”. Los astronautas consultados resaltan la importancia de la investigación espacial para la medicina, o para la comprensión de cómo funciona la materia sin gravedad. Uno de los experimentos de Chris Hadfield, por ejemplo, podría servir para facilitar análisis de sangre en lugares alejados. Que los ciudadanos entiendan que el dinero de sus impuestos se ha gastado bien, una preocupación muy canadiense, también ha sido uno de los motores que ha propulsado la narración de los Hadfield desde el espacio. Ahora el entusiasmo de toda una nación está por las nubes.

jueves, 16 de mayo de 2013

La nueva tendencia laboral, trabajar sólo de lunes a jueves sin reducir horario


En países como Holanda o el Reino Unido, la semana laboral de cuatro días goza de una relativa presencia entre los trabajadores de diferentes sectores profesionales. En Estados Unidos, cada vez son más los estados que se suman a esta tendencia iniciada por la administración pública de Utah en 2008, y que tímidamente comienza a observarse en algunas empresas privadas. Georgia y Virginia han puesto en marcha la primera fase de prueba entre un reducido número de funcionarios, mientras que en Oregón y Texas se está debatiendo sobre la idoneidad o no de fomentar la reducción de la semana laboral. Asimismo, otras tres ciudades norteamericanas ofrecen a sus funcionarios la posibilidad de elegir, como es el caso de Coconut Creek (Florida), Birmingham (Alabama) y Avondale (Arizona).
Los argumentos sobre la semana de cuatro días, que no implica necesariamente una reducción de las horas totales de trabajo, son muchos y variados, tanto del lado de los defensores como de los detractores y escépticos. Y es que se trata de una polémica cuestión analizada desde la lógica económica, ambiental, social, psicológica, sanitaria y, por supuesto, de la productividad laboral.
Ahorro
Tras la presentación de los resultados de varias auditorías se ha demostrado que las previsiones de ahorro en los costes laborales de la administración de Utah pecaron de ambiciosas. Antes de la implantación del plan se calculó que los gastos se reducirían en tres millones de dólares al año, pero posteriormente las auditorías demostraron que solo se había ahorrado anualmente medio millón. En el último informe de 2011 los resultados fueron todavía inferiores, lo que obligó a la administración a dar marcha atrás en buena parte de su programa, que afectaba al 80% de los funcionarios (más de 17.000), y recuperar la semana de cinco días para casi todos ellos.La administración de Utah disminuyó el gasto energético en un 13%, aunque sus previsiones eran del 20%
Los defensores de este programa apelan a que se tengan también en cuenta otros factores menos visibles, como es el ahorro sanitario, ya que se experimentó una reducción significativa de las bajas por enfermedad, o el ahorro de gasolina al tener un desplazamiento menos por semana.
El grueso del ahorro se produjo a nivel energético, que según los datos de consumo, fue de un 13%. La meta era que en 2015 el consumo se redujese un 20%. Los sueldos de los funcionarios se mantuvieron, pues siguieron trabajando 40 horas semanales al realizar cuatro jornadas de diez horas. Lo que se plantea ahora en otros estados, principalmente entre las empresas del sector privado que más dificultades tienen para salir adelante, es reducir la semana laboral a 32 horas para revisar también los salarios a la baja. De lo que en realidad se trata, según adelantaba a los medios norteamericanos el experto en psicología organizacional de la Lancaster School Management Cary Cooper, es de “flexibilizar los horarios y los lugares de trabajo”. Es decir, de fomentar el teletrabajo y la libertad de horarios, anteponiendo así la productividad al presentismo laboral.
Contaminación
Uno de los factores en los que más insistió el por aquel entonces gobernador de Utah,Jon Huntsman, fue el ambiental. El mandatario republicano apoyó los cambios porque “aumenta la eficiencia energética y reduce la huella de carbono de nuestro estado” debido al descenso del consumo de calefacción, aire acondicionado, luz y gas. La disminución del tráfico rodado es otro de los argumentos utilizados en este sentido. Unos planteamientos que beben de la teoría económica del decrecimiento.
El editor de la revista Connecticut Law Review y uno de los principales defensores de estas medidas, John Langmaid, calcula que el tiempo que pasarán en la carretera los trabajadores se reducirá en un 20%. Por su parte, los críticos han demostrado que la implantación de estos programas, principalmente en administraciones públicas o en empresas del sector servicios, apenas tiene repercusiones en el medio ambiente al no poder ser adoptados por las grandes empresas del sector primario.
Productividad
Las pocas empresas del sector privado que han experimentado con la semana laboral de cuatro días, la mayoría relacionadas con las nuevas tecnologías, destacan que al concentrar los horarios se tiende a perder menos el tiempo, se abandona el mal endémico del presentismo laboral y los empleados se centran más en su trabajoSteven Shattuck, uno de los responsables de la empresa Slingshot SEO, asentada en Indianápolis, apuntaba en unas declaraciones a la BBC la importancia de contar con el viernes libre para “recargar mejor las pilas”. En su empresa lo denominan “viernes de investigación”, pues lo enfocan a la organización de tareas desde casa, los encuentros profesionales fuera del lugar de trabajo o la búsqueda de información sobre asuntos de trabajo más relajada y desde casa.Debido a la naturaleza de la mayoría de empresas, la reducción de la semana laboral acarrearía una disminución de los beneficios
Shattuck no tiene dudas de que, desde que su empresa adoptó este plan, el tiempo en la oficina es más productivo. “El lunes por la mañana la gente no llega tan aturdida y se pone directamente a trabajar con un rendimiento mayor”. Sin embargo, reconoce que con la actual cultura empresarial es difícil sacar adelante la semana laboral de cuatro días, además de que en su caso se trata de una empresa de servicios y con un perfil entre su plantilla muy joven, con una edad media de 28 años. A día de hoy, debido a la naturaleza de la mayoría de empresas, la reducción de la semana laboral acarrea una disminución de los beneficios.
Calidad de vida
Una encuesta encargada por las autoridades del Estado de Utah entre sus funcionarios concluyó que el 82% se mostraban satisfechos con su nuevo horario laboral. La posibilidad de disponer de más tiempo libre para dedicar a las relaciones sociales, la familia o las aficiones se relaciona directamente con el bienestar. Como explicaba a la BBC la responsable de política social de la New Economic Fundation, Anna Coote, “tenemos que disfrutar del tiempo con los seres queridos, ser ciudadanos activos y vivir de manera más sostenible para, por ejemplo, tener tiempo para cocinar y no tener que comprar platos precocinados”.
Coote no es de las que crea que la reducción de la semana laboral aumente la productividad. Tampoco aprueba que se mantenga el mismo salario en caso de hacerlo. Sin embargo, sí pone en entredicho que los trabajadores prioricen ganar dinero a tener tiempo libre, y deja caer que ya no sabemos disfrutar fuera del trabajo. La búsqueda de un mejor equilibrio entre trabajo y vida es una de las tesis que podrían resumir los últimos escritos del economista John Maynard Keynes. Hoy en día, los economistas neokeynesianos se refieren a ello como el “buen vivir”. Es el caso de Robert Skidelsky, biógrafo de John Keynes y miembro de la Cámara de los Lores británica. En una entrevista concedida a El Confidencial a propósito de la publicación en España de su último libro, ¿Cuánto es suficiente? Qué se necesita para una ‘buena vida’ (Crítica), apuntó que para ser felices necesitamos tener buena salud, mucho más tiempo de ocio y recuperar las relaciones personales. Un reto que, como explica en el ensayo, se debe afrontar desde la reducción y la distribución de la jornada laboral.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Aprender un segundo idioma antes de hablar


  • No hace falta una edad mínima para adentrarse en un segundo idioma
  • Cuanto antes se escuche la nueva lengua, mejor; según los expertos

No hay que tener una edad mínima para empezar a adentrarse en la riqueza lingüística de un segundo idioma. Según la evidencia científica, cuanto antes se escuche la nueva lengua, mejor. Desde el nacimiento sería lo más recomendable. Cuando el bebé crezca, no sólo le resultará más fácil hablarla, también parece que le ayudará a concentrarse más e incluso a retrasar el Alzheimer. Todo son ventajas.
El cerebro del recién nacido "es como un diario en blanco. Si esperamos a tener las páginas escritas para aprender otro idioma, ya no habrá espacio suficiente y tendremos que escribir en los laterales", explica José Antonio Portellano, neuropsicólogo y profesor titular de la Facultad de Psicología de La Universidad Complutense de Madrid. Una metáfora perfecta para entender que "cuanto más precoz sea el aprendizaje de la nueva lengua, más eficaz será", recalca.
Y esto se debe a la neuroplasticidad (capacidad del cerebro y del sistema nervioso para adaptarse a los cambios), concretamente a "la regla de la plasticidad inversa: cuanto menos edad tienes, más capacidad de aprender en general y, por lo tanto, menos cuesta asimilar una nueva lengua". La flexibilidad cognitiva no es la misma.
Una teoría avalada por la literatura científica, en la que "no se ha encontrado ni un sólo inconveniente asociado con el aprendizaje temprano de un segundo idioma". Todo lo contrario: "Se ha visto quehace más inteligente a la persona. No es que aumente el número de neuronas, sino las conexiones neuronales, la calidad de los circuitos y la densidad cerebral. Todo esto ayuda al cerebro a construirse mejor. Hay más cantidad de mielina (una sustancia que protege a los axones) y el aprendizaje es más fluido".
Se modifica la estructura del cerebro y esto afecta positivamente a la memoria, a la capacidad de concentración y al retraso de la demencia. Según un estudio publicado en la revista 'Neurology', ser bilingüe puede retrasar el Alzheimer hasta cuatro o cinco años. Y aún más: quienes se manejan en varios idiomas, utilizan más áreas cerebrales y, acostumbrados a ejercitar su cerebro, se mueven con más soltura cuando realizan distintas tareas a la vez.

Aprender 'desde el momento cero'

En definitiva, los neuropsicólogos recomiendan empezar cuanto antes en la inmersión de una segunda lengua. Hay quien asegura que los beneficios pueden comenzar incluso antes del nacimiento, en el útero de la madre. Sea o no así, lo cierto es que los neuropsicólogos recomiendan aprovechar "desde el momento cero".
"No basta con poner sólo los dibujos animados en inglés, tiene que haber otro elemento de apoyo: la familia o la guardería", argumenta el especialista español. De lo que se trata es de que la nueva lengua 'conviva' de forma natural con el pequeño, es decir, "igual que algunas canciones se cantan en español, que otras se tarareen en inglés, que haya cuentos que se lean también en inglés, y que los padres, además de hablarle en la lengua nativa, también utilicen un segundo idioma".
Cuando el aprendizaje empieza desde "el momento cero, como todo está por construir en el cerebro, se nota en la fonología", es decir, la persona consigue un acento más original, menos españolizado.
Aunque las ventajas son numerosas, el problema es que "los progenitores que no saben otro idioma 'juegan' con desventaja" para hacer del nuevo idioma un elemento más de la casa. Sin embargo, tienen otras opciones a las que pueden recurrir, como los "canales de televisión con programas en inglés, la guardería o incluso una niñera extranjera". Lo importante, subraya Portellano, es "no precipitarse con el aprendizaje normativo y las reglas académicas". Eso viene después
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