domingo, 28 de abril de 2013

Ahora hago lo que quiero y vivo de ello; no todo el mundo puede decir hoy eso


Alfonso, vallisoletano de 36 años, es uno de estos emprendedores. Su trabajo le apasiona, le permite vivir holgadamente y cumplir con una de sus mayores aspiraciones vitales: despertarse cada día acompañado de los suyos en el Valle de Cega, su lugar de origen. Sin embargo, las cosas no siempre fueron así para Alfonso. Antes incluso de que estallase la crisis estuvo a punto de cerrar la explotación vacuna fundada por su padre tres décadas antes, la cooperativa Crica. “Los distribuidores y finalistas nos imponían unos precios cada vez más bajos por el litro de leche, mientras que nos obligaban a comprarles el pienso y por mucho que trabajásemos no alcanzábamos la rentabilidad”, recuerda.
“Para que te hagas una idea”, continúa Alfonso, “facturábamos 6.000 euros al mes de leche y llegaron a cobrarnos por el pienso y el ganado unos 7.200 euros”. Tras darle muchas vueltas, tomó la decisión que finalmente lo condujo a la fórmula del éxito sin renunciar a su ideal de trabajo: cambiar el modelo convencional por el ecológico y vender sus productos directamente a los consumidores, sin intermediarios. Desde entonces, su negocio dio un giro de 180 grados. En menos de cinco años ha conseguido que la explotación sea económicamente viable y ha pasado de dos a seis trabajadores (sus hermanas, que dejaron sus anteriores trabajos, peor remunerados, y sus cuñados en paro).
En un contexto laboral como el actual, en el que las tasas de desempleo marcan mes a mes sus máximos históricos y la precarización sigue aumentando en la mayor parte de sectores profesionales, las posibilidades de elegir en qué trabajar y dónde son prácticamente nulas. El desequilibrio entre la oferta y la demanda de mano de obraha relegado a un segundo plano las ansias de autorrealización en el trabajo, cuando no las ha hecho desaparecer por completo.
Ganarse la vida haciendo lo que te gusta es casi una quimera. La máxima aspiración en un trabajo es que nos permita salir adelante económicamente, simple supervivencia, y no todos lo consiguen. Frente a estas dificultades han surgidoalternativas de autoempleo, cooperativas y nuevos negocios regentados por emprendedores que tratan de aunar en una misma ecuación los factores económicos y los vitales.
 
El perfil de estos emprendedores es el de un joven, parado y con estudios superiores. (E. V.)

Durante los últimos cinco años, la cooperativa Crica ha abrazado este modelo al mismo tiempo que ha ido aumentando su gama de productos, añadiendo quesos y yogures a la leche fresca. ¿La clave del éxito? “Sin lugar a dudas, los grupos de consumo agroecológico”, que representan el 95% de las ventas de Crica, asegura Alfonso. Se trata de agrupaciones de personas que se unen para comprar alimentos de forma conjunta directamente a los productores.
Armonizando calidad de vida y seguridad económica
Precisamente, el crecimiento cuantitativo de los denominados grupos de consumo está facilitando la viabilidad económica de numerosos negocios, e incluso alentando el surgimiento de nuevas explotaciones agroalimentarias. Este es el caso, por ejemplo, de Huevos el Majadal. Una explotación de gallinas de campo con alimentación ecológica que regenta Pilar en la pequeña localidad de Maello (Ávila). En menos de un año ha asegurado la viabilidad económica de la empresa. “Antes de que las gallinas pongan ya está todo vendido. Ahora hay varios grupos de consumo en lista de espera que intentaré surtir a partir de este verano, cuando duplique el número de gallinas”, pasando de las 400 actuales a casi un millar.Cambiar el modelo de producción convencional por el ecológico me salvó de la ruina
El caso de Pilar es uno de esos casos de éxito que sorprenden hasta al más optimista, pero no todo son ventajas para los emprendedores. “Trabajas de lunes a domingo y no puedes disfrutar de festivos ni de vacaciones”, apunta Pilar. Sin embargo, su calidad de vida y la seguridad económica que obtiene gracias a este negocio hacen que no se arrepienta nada de su apuesta.
Su hermana Cristina fue quien la animó a emprender después de llevar casi tres años en paro, “y como los terrenos y la nave eran propiedad de mi familia me lancé a por todas”. Eso y su hija pequeña, “porque este es un trabajo que me permite traerla conmigo cuando no tengo con quien dejarla”. Además, destaca positivamente el hecho de poder vivir en su pueblo y criar a su pequeña en medio de la naturaleza.
Los proyectos empresariales de Alfonso y Pilar están localizados en el entorno rural. Un fenómeno en auge, denominado “rurbanismo” o nuevo campesinado. El perfil de sus impulsores es de jóvenes con estudios superiores que recurren al campo como salida laboral. Según la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores, en los últimos cinco años 2.500 jóvenes han apostado por el campo como medio de vida en Castilla y León, mientras que en Castilla-La Mancha la cifra asciende a 8.764. Las empresas dedicadas al sector terciario también están comenzando a deslocalizarse al medio rural cada vez más. Ya sea para ofrecer y acercar servicios inexistentes con anterioridad, ya sea porque si pueden realizar teletrabajo reducen mucho los costes
Óscar Prada, promotor de la red Asturias Sostenible (premio Incubaeco Madrid), cuyo principal objetivo consiste en favorecer el mantenimiento y desarrollo del medio agrario productivo asturiano, conoce de cerca esta realidad. Todavía queda mucho por hacer para consolidar el trabajo en el medio rural, dice, pero es optimista debido al “creciente grado de sensibilidad de la ciudadanía en torno a las consecuencias económicas y ambientales de sus decisiones a la hora de consumir”. De hecho, considera que este es uno de los factores que más están influyendo en el desarrollo de la economía social.
Para Prada no hay duda de que estas iniciativas, en un principio dinamitadas y fragmentadas, puedan acabar convirtiéndose en “monstruos empresariales” con una economía de escala. ¿Cómo? Pues transformando estas actividades económicas, que en sí mismas ya son colaborativas, en un formato empresarial de marco cooperativo, al igual que en su día lo hizo la cooperativa Mondragon. La interrelación entre cooperativas tiende a reforzarlas y consolidarlas, añade. A partir de aquí, lo que marca la diferencia es que “estén formadas por un equipo cohesionado de copropietarios, que estén convencidos de su proyecto y sepan trabajar de manera horizontal y democrática”.
“Es mucho más útil colaborar que competir”
El sociólogo y consultor en investigación aplicada, economía social y participación ciudadana Fernando Sabín, no se cansa de repetir en sus clases del curso ‘emprender en colectivo’ que la agrupación de personas con diferentes competencias en torno a un objetivo común genera muchos más beneficiosque una persona sola trabajando de forma autónoma. “Pocos reunimos todas las cualidades y conocimientos necesarios para poner en marcha un proyecto empresarial exitoso. Desde mi punto de vista, la clave del éxito reside en el emprendimiento colectivo”.
 
Óscar Prada, junto a otros miembros de Asturias Sostenible. (Fundación Biodiversidad)

Por otra parte, Sabín defiende que la colaboración entre cooperativas, ya sea del mismo sector profesional o de otro diferente, es clave en la supervivencia de este tipo de organizaciones empresariales porque “permite compartir clientes, recursos, conocimientos y establecer alianzas con otros agentes del correspondiente sector productivo”. Unas ventajas, continúa el sociólogo, que son de gran ayuda para la empresas emergentes, ya que así cuentan con unas condiciones de partida mucho más fuertes.
Para Sabín, otro de los puntos fuertes de las cooperativas es que son el mejor refugio para resistir el envite de la crisis. “Se comportan de forma anticíclica porque en contextos económicos como el actual tienden a cerrar menos y a destruir menos puestos de trabajo que las empresas convencionales”. Entre los diversos factores que más influyen en esta característica se encuentra el hecho de ser propietarios y empleados al mismo tiempo. “En tiempos de crisis lo primero que hace una empresa convencional es recortar en puestos de trabajo, mientras que si eres copropietario y participas en las decisiones estratégicas de la cooperativa, intentarás flexibilizar tus condiciones de trabajo para mantener los empleos por encima de todo”, explica Sabín. Un compromiso de supervivencia laboral, dice, que está por encima de la lógica de los beneficios.
Otro de los factores fundamentales que explican la fortaleza de las cooperativas en tiempos de crisis es “su arraigo territorial y la relación personalizada con los clientes, lo que permite mayores niveles de fidelización”, añade el sociólogo. De hecho, paraXaime, que es copropietario de la frutería ecológica La Repera en el madrileño mercado de San Fernando, una de las claves del éxito de su negocio es la proximidad y el trato de confianza con los clientes. “La gente sabe que si consumes en pequeños comercios del barrio, el dinero se vuelve a reinvertir en el barrio, pero si compras en una gran cadena de supermercados ese dinero irá a parar a un paraíso fiscal. Y ya no hablemos de las condiciones de trabajo que hay en un sitio y en otro o la calidad de los alimentos ecológicos frente a los demás”, apunta.
"La unión hace la fuerza"
Xaime regenta uno de los 20 puestos de alimentación ecológica que conforman el proyecto de recuperación del mercado de San Fernando. En su caso, la cooperación entre los tenderos fue muy importante a la hora de poner en marcha su negocio. “Era la primera vez que montaba un negocio y me ayudaron mucho en el tema burocrático y logístico. Al principio fue un proceso de aprendizaje colectivo y ha quedado claro que la unión hace la fuerza”, recuerda.
El próximo día 11 de mayo La Repera cumplirá su primer año. Un breve periodo de actividad en el que Xaime ha conseguido alcanzar la viabilidad económica y tener un salario digno. Una estabilidad que hasta hace no mucho tiempo era casi una utopía para este emprendedor. “Antes me dedicaba a la fotografía como freelance y era todo muy precario. Ahora, gracias a mucho esfuerzo y dedicación he conseguido salir adelante disfrutando con lo que hago y viviendo de ello dignamente, por lo que no me quejo teniendo en cuenta el contexto laboral actual”.
 
Interior de la granja ecológica El Majadal, que regenta Pilar.

La diversificación de las vías de negocio ha contribuido al éxito empresarial de Xaime que, además de la venta directa en su establecimiento, también ofrece servicios de catering y confecciona cestas de fruta y verdura para grupos de consumo. “Desde que empezamos con el tema de las cestas la demanda no ha parado de aumentar. Hacemos reparto dos días por semana, pero ya empezamos a estar demasiados saturados, por lo que pronto intentaremos ampliar a más días para poder dar abasto”, explica.
La cuadratura del círculo
El alto volumen de negocio que generan los grupos de consumo agroecológico para Xaime, Pilar o Alfonso se corresponde con la cada vez mayor concienciación de los consumidores. En opinión de Xaime, “la gente ahora quiere cuidar su salud a través de la alimentación”. Para Pilar, este fenómeno de los agrupamientos entre consumidores responde más bien a unas mayores exigencias relacionadas con la “calidad y sabor de los productos”, mientras que para Alfonso es una conjunción de ambos factores más “la relación de confianza que se establece entre consumidores y productores”. Entre unos y otros se establece un diálogo continuo y “si hay cualquier problema o cualquier cosa que se pueda mejorar”, añade el cooperativista de Crica, “el cliente nos lo dice y nosotros tratamos de corregirlo”. El consumo responsable y saludable parece haberse convertido en un nuevo nicho de mercado que no ha parado de crecer en tiempos de crisis.El consumo responsable es uno de los nichos de mercado emergentes con más proyección
La concienciación de los consumidores es, según Alfonso, proporcional al deterioro de la cadena alimentaria. "Cada escándalo alimentario que salta a los medios, lo que por desgracia ocurre un día sí y otro también, hace que la gente reflexione y se preocupe por saber mejor lo qué está metiendo a su cuerpo". Más allá de una interpretación centrada en el plano de la salud, para Fernando Sabín el cambio de actitud de los consumidores "se enmarca dentro del cambio de conciencia social propiciado por el 15-M", de cuyas asambleas locales han surgido una multitud de grupos de consumo. Al final y al cabo, "las decisiones de consumo son, en buena medida, decisiones políticas", pues tienen un efecto directo en el medio ambiente, la economía o las condiciones laborales.
Las finanzas solidarias son el último elemento que permite la cuadratura del círculo de estos modelos de negocios. No basta con tener una buena idea empresarial que dé soluciones a necesidades reales y aporte valor añadido al producto o servicio que se ofrezca, también es necesario contar con un buen colchón económico para la inversión inicial y los primeros meses de funcionamiento. Y es aquí donde entran las cooperativas financieras, como Fiare o Coop57. “Se trata de una opción más soberana e independiente del mercado bancario, cuya eficiencia se demuestra en el hecho de que la morosidad es prácticamente nula”, concluye el conservacionista Óscar Prada.

jueves, 25 de abril de 2013

“En la arquitectura hace falta menos ego y más miedo”


Con 81 años, la arquitecta y urbanista Denise Scott Brown (Nkana, Zambia, 1931), crecida en Johanesburgo, formada en Roma y Londres y afincada en Filadelfia, ha viajado recientemente a México, donde la entrevistamos, para presentar la primera edición en español de su libroArmada de palabras (Arquine). En 1991, cuando su socio y marido, el arquitecto Robert Venturi, viajó al DF a recoger el prestigioso Premio Pritzker, ella no lo acompañó. Entendió que ese galardón debía haber sido también para ella, porque hacía 26 años que firmaban conjuntamente sus edificios y eran las ideas de Scott Brown sobre la importancia de lo ordinario –hoy recuperadas en el currícu­lo académico de universidades como Columbia– las que armaron algunos de sus libros míticos como Aprendiendo de Las Vegas. En las últimas semanas, una petición promovida por estudiantes graduadas de Harvard en change.org para que Scott Brown comparta el Pritzker de su marido lleva acumuladas más de 5.000 firmas. Entre ellas, la de la también Pritzker Zaha Hadid y la del propio Venturi. Por eso, irónica, comenta que cuando su esposo llegó al DF entró en el palacio presidencial a recoger ese premio y ella, en cambio, ha llegado hasta el pedregal de Santo Domingo para ver cómo tres generaciones de una familia viven, y trabajan, en los veinte metros cuadrados de una vivienda de autoconstrucción: “La cultura predominante frente a la cultura dominante”.

Gurús “papá y mamá”

Denise Scott Brown (Nkana, Zambia, 1931. En la imagen, con su marido Robert Venturi durante una visita a Barcelona en 2000) hoy se siente reconocida, aunque aún menos que los hombres: “El mundo necesita gurús, y los gurús son hombres. Nadie quiere ser un gurú papá y mamá”.
Hace cuatro años, cuando su libro Armada de palabras apareció en la edición original británica Having Words (AA), el crítico de The New York Review of Books Martin Filler volvió a clamar contra la injusticia de que no la reconocieran como coautora de los trabajos por los que premiaron a su marido con el Pritzker de 1991. En México, durante la presentación de la edición española de su libro, la arquitecta explicó que ella, como la familia Pritzker, fue amiga del humanista Lewis Mumford. “Sé que al patriarca le interesó la arquitectura a partir de las clases de Mumford. Por eso a veces he estado tentada de ir a hablar con ellos y pedirles un gesto, una ceremonia sencilla, The Pritzker Inclusion Ceremony, para hacer justicia al trabajo que hice codo con codo y que ellos no me reconocieron. Solo se trata de incluir a quien quedó fuera”, dijo.
Aunque ella y Venturi lideraron durante los años ochenta una de las vanguardias más extrañas de la historia de la arquitectura –la posmoderna, el cíclico regreso al simbolismo de la historia como reacción frente al maquinismo de la modernidad–, por encima de los más de 200 edificios que ha levantado, el legado de Scott Brown está en la actitud de su arquitectura, que se ha esforzado en buscar inspiración en lo cotidiano. Así, la ampliación de la National Gallery de Londres, concluida en 1991, fue uno de sus trabajos más criticados por quienes consideran que la arquitectura debe hablar de su tiempo y no mimetizar los edificios existentes. Sin embargo, 22 años después, uno no repara en esa ampliación. El cuerpo añadido forma parte de ese rincón londinense porque atiende tanto al peatón como a la monumentalidad de Trafalgar Square. Las ideas de esta arquitecta y urbanista hablan desde ese edificio. “Observar lo ordinario puede resultar feo. Pero es importante”.
PREGUNTA: ¿La falta de prejuicios será la mayor conquista arquitectónica del siglo XXI?
RESPUESTA: Es necesaria una mente muy abierta para analizar cualquier tema. Pero luego tiene que llegar un filtro. No todo vale. Ese filtro es el prejuicio. La mente es un columpio entre recabar información y filtrarla. Es necesario adorar lo que haces para no agotarte con el balanceo.
P: ¿Cómo hace para seguir viendo cosas que a los demás nos cuesta ver?
R: Siempre he tenido la cabeza como un radar. Creo que mi madre la tenía así. Luego, cuando uno se hace mayor, la mitad de la vista es memoria.
P: Creció en Johanesburgo. ¿Cómo aprendió a mirar más allá de lo que tenía delante?
R: Allí el racismo era algo asumido. Eso o te hace ver o te ciega. Pero debo hablar de mi padre. Era promotor y cuando regresó de un viaje a Nueva York dijo: “Lo que he visto lo podría haber hecho yo”. Pensaba a lo ancho. Buscaba los principios de las cosas, era un estratega. Era capaz de predecir cosas. Al regresar de Nueva York dijo que la Sexta Avenida desaparecería. Y así fue.
P: Sin embargo, fue su profesora de dibujo quien le abrió los ojos.
R: Yo iba a un colegio inglés. Pintábamos muñecos de nieve en las felicitaciones de Navidad. Esa profesora nos pidió que miráramos por la ventana. En Sudáfrica no había nieve. ¿Cómo podíamos ser creativos si no pintábamos lo que teníamos delante y repetíamos lo que hacían otros?
P: ¿Qué se necesita para saber ver?
R: Le Corbusier aconseja mirar detrás de los edificios. Creo que se necesita algún tipo de cambio social para que uno abra los ojos a cosas nuevas. Los grandes problemas ensanchan la mirada.
P: ¿Su libro ‘Aprendiendo de Las Vegas’ comenzó en África?
R: Todo lo que vi en mi infancia lo recordé más tarde. Yo iba a una escuela inglesa. Había racismo no solo entre negros y blancos. La ascendencia inglesa era la clase más alta. Ser judía, como yo, procedente de Letonia significaba convertirse en un refugiado. Pero también había refugiados nazis. Crecí entre ellos y no entre los afrikáneres. A los negros apenas los veíamos. Mi abuelo era racista. La contradicción de los judíos en Sudáfrica es que huyendo de la persecución colaboraron con el apartheid.
P: ¿Por eso se fue?
R: Pensé que no tenía la fuerza suficiente para enviar a mis amigos a prisión. Me sentía lejos de la ideología del sector social en el que vivía. Pude haberme quedado a ayudar, pero se necesitan seis personas para iniciar un movimiento de protesta y allí solo había tres.
Solo las mujeres han reconocido mi trabajo arquitectónico"
P: ¿Es usted judía practicante?
R: Pertenezco a una sinagoga. Y Bob [Venturi] y yo vamos una vez al año.
P: ¿Por qué tienen los judíos tanto poder en la arquitectura?
R: ¿Eso cree? Louis Kahn decía que los judíos no podían dirigir empresas en Norteamérica. Se necesitaba ser de clase alta, haber estudiado en Princeton y conocerse de toda la vida para triunfar en los negocios. Todavía es así.
P: ‘Aprendiendo de las Vegas’ fue un título sugerente, pero esa ciudad no es real. ¿De qué debe aprender la arquitectura?
R: Uno aprende de donde puede. Es cierto que el apartheid rompió Sudáfrica, pero también lo es que allí se construía más vivienda social que en toda América. Esas viviendas están todavía allí. El régimen racista ha desaparecido y las casas siguen allí.
P: La vida está llena de contradicciones.
R: La vida no es blanco o negro. Las dicotomías no son nada creativas. Beethoven usó música folk como inspiración.
P: Escribió ‘Aprendiendo de Las Vegas’ con su marido, Robert Venturi. Han trabajado juntos durante medio siglo. Sin embargo, a usted le ha costado décadas que reconozcan su trabajo.
R: Sí. Y solo lo han hecho las mujeres. Algunos arquitectos me llamaban cuando les fallaba Venturi. Me pedían que fuera a explicar los trabajos de Venturi.
P: ¿Quién le pidió eso?
P: Philip Johnson también le pedía que abandonase la sala después de las cenas, cuando los hombres iban a hablar de arquitectura.
R: No. Philip Johnson no invitaba a mujeres. Eso me lo pedían en otras casas.
P: ¿Por qué no le exige ese reconocimiento a su marido? Robert Venturi no reclamó compartir el Premio Pritzker que recibió en 1991 con usted.
R: Para Bob, admitir que yo era la mitad del estudio supuso enfrentarse a sus colegas. Y aun así dijo que yo era más del 50% en el discurso de aceptación del premio.
P: Pero no reclamó compartirlo con usted.
R: Ha sido tan bueno conmigo que no puedo pedirle más.
P: Sin embargo, lo reclama el resto del mundo. Uno esperaría que alguien que además de su socio es su marido y su amigo la apoyara antes que nadie.
R: Las cosas han cambiado y ahora podría ser más sencillo. Robert Venturi lo pasó muy mal hasta llegar donde está. Tiene problemas de autoestima, entre otras cosas, porque fue un niño disléxico. Le costó aprender a leer y su vida escolar fue dura hasta que llegó a Princeton y floreció. Con todo, sigue siendo un hombre inseguro.
Denise Scott Brown, durante su juventud, en una fotografía sin fecha tomada en Sudáfrica.
P: No quiero insistir más, pero, precisamente siendo inseguro, usted debió reforzar su seguridad.
R: Sin duda. Le ayudé mucho. Fue injusto que solo le premiaran a él. Pero habría sido más injusto que ninguno de los dos recibiera el premio.
 P: ¿Es la arquitectura de hoy más justa con las mujeres?
R: Bueno… la mayoría de los arquitectos lo quieren hacer todo, aunque no estén preparados. No es tanto egocentrismo como miedo a que no les vuelvan a hacer grandes encargos si delegan una parte. Pero lo mismo sucedería con las mujeres. La ambición ciega. El AIA (American Institute of Architects) no da su medalla de oro ni a parejas ni a estudios.
P: Ha dedicado esfuerzo y tiempo a que reconocieran la contribución de las mujeres. ¿Por qué era tan importante para usted?
R: Hay muchas mujeres que me gustan. Mi madre fue un chicazo. Creció en zonas salvajes de África. Vestía como un niño por una razón: para una mujer era más seguro vestir así. Eso lo heredé yo. Solo que, además, a mí también me gustaban las muñecas. Pero mi padre me había advertido: “Los judíos no podemos decir que no somos como los otros. Eso nunca funciona”. Cuando defiendes que eres diferente, llamas la atención y las cosas se vuelven contra ti.
P: ¿No se debe reclamar una voz propia si se tiene?
R: Sí. Pero sentirse diferente del resto de las mujeres es una trampa. De modo que varias arquitectas nos reuníamos y teníamos sesiones de curación mutua. Ya sabe: “Algo parecido me pasó a mí…”. Daban consuelo. Luego las mujeres arquitectas empezaron a entrar en las escuelas antes de tener sus propios estudios. En lugar de atacar los bastiones masculinos, los estudios donde se diseñaba edificios, fueron a las escuelas a formar futuros arquitectos. Hoy hay arquitectas trabajando en países árabes que no se sienten oprimidas por tener que llevar burka. Al contrario. Como le sucedía a mi madre, que era más libre vestida de chico, esas mujeres son más libres bajo un velo protector. Estamos habituadas a los disfraces. Una vez me salió un proyecto en Bagdad y pedí información: “¿Como judía y como mujer es inteligente ir a Irak a trabajar?”, pregunté. Todos me contestaron lo mismo: “Como mujer, no hay problema. Como judía, mejor no ir”.
R: Sí. Nos hemos fijado en lo que rodea la arquitectura porque también nosotras la hemos rodeado. No es que solo nos interese lo social. Somos más intuitivas y muchas de las cosas las vemos antes. Por ejemplo, entendemos bien cuándo debemos quitarnos de en medio frente a alguien tan hambriento de poder que la única posibilidad de hacer algo es alejarse de él.
P: Su nombre de soltera fue Denise Lakofski. ¿Por qué no fue nunca Denise Venturi?
R: Una vez busqué artículos de una socióloga norteamericana, Ruth Durant, y me di cuenta de que había desaparecido. Luego comencé a leer a otra mujer que escribía cosas similares, pero su nombre era Ruth Glass. Sumé dos y dos e intuí que se había casado. Cuando Bob y yo nos casamos, yo era profesora en Berkeley y ya había publicado artículos. Me acordé de esta socióloga y pensé que no tenía sentido perder lo hecho. Renunciar a mi apellido habría supuesto renunciar a mi obra.
P: Scott Brown es el apellido de su primer marido.
R: Sí, Robert era el último de su línea. Habíamos estudiado arquitectura juntos y cuando murió con 28 años quise quedarme con su nombre. No estoy segura de que a sus padres les hiciera gracia. Pero quise hacerlo. Con todo, la razón principal fue la de los escritos. Llamándome Venturi no habría podido hacer nada.
P: ¿No pensó eso cuando se puso el apellido de su primer marido?
R: Éramos muy jóvenes.
P: ¿La independencia es algo que se aprende o se desarrolla?
R: Sospecho que se aprende, pero también he tenido grandes dependencias. He tenido que convertirme en una anciana para ser mucho más independiente en mis ideas de lo que fui. Puede que las hormonas tengan algo que decir.
La arquitectura es la manera consciente de hacer espacios"
P: ¿Las hormonas generan independencia mental?
R: Los hombres continúan con la testosterona hasta los noventa. Las mujeres se liberan de esas urgencias y el patrón mental cambia. Si has trabajado y llegas a anciana, tienes experiencia y seguridad. Los cambios hormonales liberan a las mujeres.
P: Cuando el coche de Robert Scott Brown se estrelló en Pensilvania, ¿qué le hizo quedarse en América?
R: Me había ido de Sudáfrica porque allí una mujer era un menor. Además nos iba muy bien en la Universidad de Penn. Nos entendíamos. Y ya hablábamos de la cultura popular, aunque éramos hijos de la edad de las máquinas: diseñamos una ciudad lineal con trenes que circulaban a 300 kilómetros por hora.
P: Pasó de diseñar ciudades lineales con su primer marido a protestar por la destrucción de los centros históricos con Venturi, el segundo.
R: Sí. Lo aprendí de los Smithson. Que uno crea en el progreso no implica que defienda la destrucción.
P: ¿Cómo conoció a Venturi?
R: Me pidió que fuéramos a un baile en Princeton. Su idea de un baile era encerrarse en la biblioteca mientras sonaba la música. Allí había un libro de Edwin Lutyens. Se lo mostré y se convirtió en su arquitecto favorito. Hizo la casa de su madre a partir de esas ideas.
P: ¿Qué vio en Venturi?
R: En Europa, un urbanista es un gran arquitecto, un heredero de Le Corbusier. Pero en América, si eras urbanista, los arquitectos pensaban que habías elegido esa opción porque no eras lo suficientemente bueno como para diseñar. Bob era distinto.
P: ¿Por eso le guardaba un sitio en las reuniones de profesores de la Universidad de Penn?
R: Un asiento y una galleta. Él daba el segundo curso de teoría. Y yo el primero. Decidí contarles a los estudiantes lo que realmente me interesaba: lo que los Smithson estaban haciendo en Inglaterra: estaban mirando a la historia. Eso a Bob le interesó. Y empezó a aparecer por mis clases.
P: ¿Y por eso le pidió que fuera a Las Vegas con usted?
R: Sí. Pero más tarde. Cuando me fui a dar clases a Berkeley.
P: ¿Es cierto que le pidió que se casara con usted?
R: Bueno… llegado un punto, sabíamos que iba a ocurrir y lo puse fácil. Sí. Fui yo. Le ayudé.
P: ¿Los arquitectos tienen vida personal?
R: La mía ha sido la arquitectura. La gente me preguntaba: “¿No te paras nunca a oler las rosas?”. Y yo contestaba que no me hacía falta. Gracias a mi profesión he viajado y he conocido a personas que me han cambiado el punto de vista.
P: Su hijo Jimmy lleva cinco años filmando la película ‘Aprendiendo de Bob y Denise’. ¿Qué ha aprendido?
R: Lo que ha aprendido aparece en su conversación. Es un tipo de persona que se aburre y necesita empezar de cero cada tantos años. Mi padre era así.
P: ¿Hay diferencia entre arquitectura y construcción?
R: Quien distingue entre arquitectura y construcción habla peyorativamente del trabajo de otros. Yo creo que la arquitectura es la manera consciente de hacer espacios.
P: ¿Qué porcentaje de las decisiones urbanísticas es fundamentalmente económico?
R: La política lo condiciona todo. Es cierto que quien controla la economía termina controlando también la política, pero si miramos el mundo así, todo en la vida, incluida la elección democrática de Obama, es una cuestión económica. Me parece relevante ver cómo los políticos estadounidenses están reconquistando el poder. Tras la Segunda Guerra Mundial se tomaron grandes decisiones urbanísticas. Y los arquitectos creímos que por fin llegaba nuestra hora. La realidad era otra. El interés era reciclar las industrias de la guerra y desviar su producción hacia la construcción.
P: ¿Opina que a muchos arquitectos les preocupan más los edificios que las calles?
R: Muchos intentan hacer ciudades y las hacen mal. Cuando diseñas parte de una ciudad, no puedes tomar todas las decisiones. Simplemente eres un guía. Debes escuchar a los demás y pensar cómo responderá lo que estás haciendo dentro de 100 años. Ningún político piensa con esos plazos. Pero el miedo es bueno, aporta prudencia. Menos ego y más miedo, podría ser un buen lema para la arquitectura.

Salinger, el único que no creyó en 'El guardián entre el centeno'


Ha vendido al mejor postor uno de los grandes secretos de la literatura del siglo XX, pero no le quedaba otro remedio. Hace seis años Marjorie Sheard, una canadiense de 95 años, fue internada en un geriátrico de Toronto y legó sus pertenencias a su sobrina, entre ellas una misteriosa caja de cartón que llevaba en su armario nada menos que 70 años. Hace unos meses su estado empeoró y con ellos lo hicieron los gastos de su internamiento, que la familia de Sheard ya no podía pagar. Con su consentimiento, decidieron establecer prioridades y vender la caja para pagar los cuidados de la anciana.
No ha trascendido cuánto pagó el Morgan Library & Museum de Nueva York por ella, pero sí su contenido, que la institución neoyorquina ha compartido esta semana con The New York Times. Son cartas antiguas, la correspondencia que mantuvieron un hombre y una mujer entre 1941 y 1943. Ella era la propia Sheard, entonces veinteañera y aspirante a escritora. Él era nada menos que J.D. Salinger, uno de los autores más trascendentes del siglo XX y, con total certeza, el más enigmático de todos. 
En sus cartas, escritor y admiradora se cuentan muchas cosas, debaten sobre la actualidad y hasta flirtean, pero no solo eso. Salinger, que no publicaría su inmortal El guardian entre el centeno hasta 1951 –ni por entregas hasta 1945 en adelante–, comenta a Sheard incluso algunos jugosos detalles sobre la concepción de la historia protagonizada por el rebelde Holden Caulfield, que aún hoy se vende a un ritmo medio de 250.000 copias anuales y es considerada una de las mayores obras de la literatura en inglés de todos los tiempos.
Por aquel entonces, sin embargo, Salinger tenía una visión mucho más pobre de su propia obra. Era una historia por entregas sobre "un chico de instituto durante las vacaciones de navidad", le explicó a Sheard en una de sus primeras cartas, firmada el 18 de noviembre de 1941, en la que recomendaba a la chica que leyese la primera entrega en la próxima edición de la revista The New Yorker, titulada Slight Rebellion Off Madison. Quería conocer, decía, la impresión que causaba en ella "la primera historia de Holden". A su editor le había gustado y le había pedido desarrollarla más, pero él confesaba no tenerlas todas consigo. "De todos modos intentaré hacer un par [de entregas] más", escribió. "Y si empiezo a perderme, lo dejo".
Por suerte no lo hizo y Holden Caulfield acabó convertido en el antihéroe adolescente que hoy todos conocemos, aunque es probable que al bueno de Jerry –así es como firmaba Salinger sus cartas– no le gustase un pelo que se conozcan hoy los detalles de su concepción. El escritor, que en 1941 tenía 22 años, murió en 2010 a la edad de 91 y rodeado del mismo misterio con el que protegió ya no su intimidad, sino su mera identidad durante toda su vida.
En la hora de su muerte su agente literario, Phyllis Westberg, difundió un comunicado recalcando que el propio autor decía que "estaba en este mundo, pero no formaba parte de él", y que su desaparición mediática desde 1965, cuando se recluyó en su casa de New Hampshire, no obedecía a ninguna de las muchas leyendas que se contaban sobre él, como la de que estaba traumatizado porque su libro había inspirado a dos célebres asesinos, John Warnock Jr. –que atentó contra la vida de Ronald Reagan– y Mark David Chapman, que cuando asesinó aJohn Lennon aseguró que era mitad Holden Caulfield, mitad el Diablo. Salinger, en realidad, nunca le concedió importancia a estos delirios. Quería, sin más, vivir tranquilo.
Paradójicamente, la aversión del escritor por la vida pública se pudo conocer a través de otras cartas íntimas, en esta ocasión dirigidas a su amigo –y después examigo–Michael Mitchell, que el Morgan Library & Museum publicó en 2010, solo unos meses tras el fallecimiento del autor. En la correspondencia que Salinger y Mitchell –el diseñador de la primera portada de El guardián entre el centeno– mantuvieron entre 1979 y 1993 el escritor detalla, por ejemplo, la ocasión en que su estampa acabó publicada en una revista en 1979 por culpa de un entrometido fotógrafo que le cazó cuando fue a la oficina de correos y lo mucho que le costaba mantener su vida al margen de los medios. También retrata el momento en que el escritor se negó a remitirle al ilustrador un ejemplar firmado de la primera edición de El guardián porque autografiar, arguyó, le resultaba deprimente. Esto acabó con su amistad y el segundo se vengó legando las cartas a la institución neoyorquina, que tuvo el detalle –o la visión comercial– de esperar a su muerte para exhibirlas en una sonada exposición en Manhattan.
Un año después la University of East Anglia, en Reino Unido, hizo públicas las 50 cartas y cuatro postales que un londinense, Donald Hartog, intercambió con el autor estadounidense, junto a una foto de ambos posando ante la cámara en 1989, una de las pocas que se conocen del escritor en su vejez. Hartog, que murió en 2007 y legó las cartas a su hija –quien a su vez las cedió a la universidad–, no hablaba mucho de literatura con Salinger pero sí consiguió arrancarle algunas de sus confesiones más personales y curiosas, como su afición por el tenis y por Tin Henman, por José Carreras y los Tres Tenores o por comer en Burger King.
Como en el caso de la recién conocida correspondencia con Marjorie Sheard, tampoco en las otras dos revelaciones trascendió el precio que las instituciones pagaron por las cartas de Salinger, quizá porque se trató de cifras desorbitadas. Una pista: una nota manuscrita del escritor –de 1989 y dirigida a su empleada doméstica con instrucciones sencillas sobre las tareas pendientes en la casa– salió a subasta online en 2011, en plenoboom del interés por Salinger, con una puja de salida superior a los 50.000 dólares. Y otra más: ese mismo año una compañía, The Vault of Forsyth, vendió el inodoro del escritor, adquirido en la venta de su casa tras su muerte, por nada menos que un millón de dólares.
Un flirteo en nueve cartas
La correspondencia conocida ahora entre Marjorie Sheard y J.D. Salinger, sin embargo, no tiene tanto que decir del huraño personaje en el que acabó convertido el autor con el éxito y la edad y sí más sobre lo que realmente interesa a los estudiosos de su obra, que son las motivaciones que le llevaron a escribir El Guardián.
En 1943, por ejemplo, Salinger quería más a su historia que cuando comenzó a escribirla y confiaba más en su potencia, aunque esta no había sido aún publicada por el The New Yorker, pospuesta por la precipitación de la II Guerra Mundial y el reciente ataque japonés a la base militar de Pearl Harbour. "No hablemos más de mi pieza para el The New Yorker", le pidió el escritor a su joven amiga. "Solo Dios yHarold Ross [su editor] saben lo que ese grupo de personajillos de la redacción le estará haciendo a mi pobre historia".
Poco después Salinger se alista en el Ejército de los Estados Unidos y sus cartas, enviadas desde los cuarteles de Fort Monmouth y Bainbridge, derivan a los particulares de su vida militar para interrumpirse indefinidamente poco después. El escritor, que sabía francés y alemán, fue asignado al contraespionaje en Europa y acabó participando en el Desembarco de Normandía durante el Día D, en la liberación de París y en la batalla de las Ardenas. También viajó a Viena después de la guerra para visitar a la una familia con la que había vivido –el joven Salinger vivió en Austria durante un breve periodo de tiempo, hasta 1938–, solo para descubrir que todos sus miembros habían muerto en campos de concentración nazis. La experiencia de la guerra y los horrores a los que asistió le marcaron profundamente –tras el conflicto llegó a pedir voluntariamente al Ejército su baja y su tratamiento– y a toda su obra literaria posterior.
Por eso precisamente el joven Salinger, el que aún no había conocido la guerra y el que ilustran estas cartas, es el que más interés despierta entre los expertos, aunque algunos advierten de que el primerizo autor –que mostró expresamente su interés en Marjorie, enviándole una foto propia y pidiéndola una suya– podría estar mintiendo en algunos datos o, al menos, exagerándolos.
Táctica romántica, por supuesto. En una de las nueve cartas, por ejemplo, fechada en noviembre de 1942, Salinger confiesa que iba a casarse con una chica durante un reciente permiso, pero que al final no lo hizo y prefirió continuar escribiendo. "Ella quería hacerlo todo en la casa de su papi en Hollywood, así que retomé por donde lo había dejado con una vieja máquina de escribir".
¿Era esta chica misteriosa Oona O’Neill, la hija del célebre dramaturgo Eugene O’Neill? El biógrafo de Salinger, Kenneth Slawenski, duda públicamente esta semana de que así sea en las páginas de The New York Times. Aunque Salinger y O'Neill se vieron brevemente a principios de los 40, fue ella quien lo rechazó y acabó casándose poco después con Charlie Chaplin, rompiéndole el corazón. Quizá no era ella a quien se refería Salinger o quizá sí, pero el escritor –que no por nada era escritor– prefirió contarle a Sheard una historia retocada para jugar en ella un papel más digno.
Prudencias aparte, el material epistolar hecho público por el Morgan tiene un valor incalculable para los que estudian la obra de Salinger, empezando por la mención de varios trabajos desconocidos del autor. Uno de ellos, titulado Harry Jesus, le salió al escritor "directamente de las entrañas", confesaba en una carta, para admitir después de que posiblemente sería un fracaso. En todo caso, la pobre visión que el inmortal autor tenía por aquel entonces de su propia maña literaria ya habla con elocuencia de él, que murió setenta años después acusado por todos de sentirse demasiado bueno para el mundo. J.D. Salinger, quién sabe, a lo mejor se sentía simplemente demasiado malo para el mundo y por eso se escondió de él. Habrá que esperar, para saberlo, a las próximas cartas que se hagan públicas. Y tratándose de él, las habrá

miércoles, 24 de abril de 2013

"Estaba confusa y no sabía cómo tratar a mis hijos. Hasta que leí a Maquiavelo"


Hace apenas un par de años se puso de moda en las discusiones sobre paternidad y crianza de hijos el concepto de “mamá tigre”. Se trataba de una figura acuñada por la profesora de Yale Amy Chua que le servía para describir la estricta educación que aplicaba a sus hijos. Aplicando dichos métodos, señalaba la inflexible madre, sus hijos tendrían mucho más éxito en su vida que sus pusilánimes contemporáneos educados con todos los caprichos. La idea fue acogida entre el aplauso y el recelo. Unos pensaron que era la señal definitiva de que la era de la máxima permisividad de los niños tocaba a su fin. Otros, sin embargo, protestaron por la dureza con la que se comportaba la “madre tigre”. Sin que haya pasado el tiempo suficiente para que la polémica se disipe, acaba de surgir otro término que promete levantar tantas ampollas como aquel: el de la “madre Maquiavelo”.
El concepto surge de un libro que ha sido publicado esta misma semana en Estados Unidos por Simon & Schuster, y que recibe el nombre de Machiavelli for moms. Maxims on the Effective Governance of Children. O lo que es lo mismo, Maquiavelo para mamás. Máximas para la gobernanza efectiva de los niños, aludiendo a la célebre obra del pensador florentino, El príncipe. La obra de Suzanne Evans, que así se llama la madre autora del libro, consiste precisamente en eso: en aplicar las máximas del pensador florentino al trato con los niños, aunque también las hace extensivas a su propio marido.
Lo importante es el bienestar de la familia, aunque ello implique hacer cosas que no gusten a sus miembrosHace unos días, la autora publicaba un extenso artículo en las páginas del Wall Street Journal en el que sintetizaba las estrategias que consideraba más apropiadas. ¿Cuál es su principal carta de presentación? Su experiencia como madre de cuatro hijos, todos ellos menores de ocho años, como trabajadora a tiempo completo y aspirante a un doctorado, todo ello al mismo tiempo. Esta semana, todos los medios de comunicación americanos han querido opinar sobre esta última moda en educación, sobre todo por su pintoresco y polémico punto de partida.
Unos principios del pasado para la madre moderna

Todo comenzó, explica la autora, cuando exhausta de compaginar todas sus actividades diarias, se sentó en una butaca de su despacho y, mientras dejaba vagar la vista, se fijó en la copia de El príncipe que reposaba en su estantería. Acto seguido, Evans cogió el libro, comenzó a leerlo y rápidamente se dejó atrapar por la escritura del autor que vivió hace casi 500 años, así como por la seguridad y confianza que la efigie de Maquiavelo representada en la portada transmitían. Precisamente, lo que le faltaba a ella.
Cuando Maquiavelo escribió El príncipe, tenía en su cabeza a una figura política que debía ser capaz de gobernar la ciudad-estado con mano dura, pues era la única manera de garantizar la estabilidad de la misma, aunque en ocasiones no gustase a los súbditos. Evans utiliza los mismos principios, sólo que sustituyendo el estado renacentista por la familia numerosa del siglo XXI. Y asegura que funciona, aunque, eso sí, recuerda que la máxima de “el fin justifica los medios”, atribuida generalmente a Maquiavelo, nunca fue puesta por escrito por el autor al que los Médici defenestraron, si bien gran parte de su filosofía se desprende de dicha idea.
  • Nada se echa a perder tan rápido como la generosidad
Maquiavelo afirmaba que el príncipe ha de mantener una cierta reputación de altruismo entre sus súbditos, pero que esta no debe traspasar ciertos límites, puesto que facilitar a los ciudadanos todo lo que necesitan es una manera de malcriarlos y llevar a las arcas públicas a la bancarrota. El pueblo siempre pedirá más de su mandatario si se han acostumbrado a que este sea dadivoso. Para Evans, ocurre algo muy parecido con los niños. Cuantos más bienes materiales les entregaba, señala la autora, más esperaban y menos agradecidos se sentían hacia la generosidad de la madre. La solución, por lo tanto, se encuentra en racionar lo que se compra a los hijos o entregarles una cantidad reducida de dinero que ellos mismos deben administrar, con el objetivo de que aprendan el auténtico valor de las cosas.
  • Divide y vencerás
Uno de los puntos que más polémica han generado, especialmente por la dureza de los términos con los que la autora se expresa. Evans señala que fomentar la competitividad entre sus hijos puede ser más positivo de lo que se piensa, y cuenta cómo impulsó a dos de ellos a intentar sacar las mejores notas posibles a través de una competición mutua. El resultado fue que la niña venció a su hermano, al que la autora dirige las siguientes palabras: “El perdedor sintió la vergüenza de perder la competición, con su propia hermana, nada menos”. Sin embargo, muchos ponen en tela de juicio que fomentar esa extrema competitividad desde tan temprana edad sea beneficioso, por más que parezca una rápida forma de adaptación al ultracompetitivo mundo en el que vivimos.
  • No hay que tener problemas en mentir
La ocultación de la verdad puede servir en ocasiones para salvaguardar la seguridad del Estado. También, del matrimonio o de la familia, o puede ser útil, simplemente, para garantizarnos unas relajadas vacaciones al margen de toda posible interferencia de los niños. ¿La razón que justifica la mentira? Como asegura la autora, “tener una madre feliz y relajada siempre es beneficioso para los niños”. Es lo que ocurrió cuando Evans explicó a sus hijos que tenía que cancelar todas las actividades que había programado con ellos y en su lugar salir de viaje de negocios con su pareja. En realidad, simplemente necesitaba tomarse un descanso y pasar un fin de semana lejos de sus retoños. Los resultados, a largo plazo, serían más provechosos que si hubiese pasado otro fin de semana estresada. Aunque, como aduce la blogueraSandy Hingston, eso también defendería, por ejemplo, que se bebiese seis copas cada noche si eso la relaja.
  • El Príncipe más compasivo es aquel que mantiene a sus súbditos unidos, no el que permite que aparezcan disturbios debido a su compasión
Una de las hijas de Suzanne Evans, Katie, sufre síndrome de Down, por lo que, aunque es descrita como “la felicidad personificada” por su madre, que también afirmaba que puede ser “cabezota” y “desafiante”. Cuando la niña colmó la paciencia de la autora, esta le proporcionó un pequeño azote y una mirada severa. Pero eso no parecía funcionar, y la niña siguió comportándose de manera inadecuada. Todo cambió tras la lectura de El príncipe. Fue entonces cuando la madre se dio cuenta de que tenía que cambiar de táctica y comenzar a aplicar castigos como un time-out de media hora sola en la habitación cada vez que incurría en alguno de estos comportamientos. Como señala la escritora, “puede parecer radical al tratarse de una niña que necesita cuidados especiales”, pero que lo importante es conocer el contexto y saber que, a largo plazo, es mejor para ella. Aún está por ver lo que será de los hijos de Evans cuando sean adultos, momento en el que realmente sabremos si ha acertado o no, por lo que la inacabable polémica entre libertad y rectitud seguirá abierta durante mucho tiempo.

El excelgate: el estudiante que descubrió los errores de Harvard sobre la austeridad


¿Puede la economía de un gran número de países occidentales depender de una tabla de Excel mal diseñada? Quizá sea así, al menos si nos atenemos a la información que ha salido a la luz y según la cual el principal estudio en el que se han basado gran parte de los defensores de los recortes estaba equivocado.
La pasada semana, hasta la Comisión Europea tuvo que salir al paso y calificar como“ridículo” y “estúpido” que su estrategia macroeconómica haya estado basada únicamente en el estudio académico que ahora se ha rebatido, que fue realizado en 2010 por dos prestigiosos economistas de la Universidad de Harvard,Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, bajo el nombre de Growth in a Time of Debt.
La conclusión de dicho estudio era que los países cuyo déficit superaba el 90% de su producto interior bruto crecían de manera más lenta que el resto de naciones, de modo que reducir el déficit podía resultar perjudicial en el corto plazo, pero sería beneficioso en el largo. La investigación de Reinhart y Rogoff sirvió como base para las recetas económicas que han sido aplicadas en el sur de Europa, pero un estudiante de doctorado ha comprobado que los datos que ofrecía el estudio eran incorrectos.
Un descubrimiento casual
Thomas Herndon, un estudiante de 28 años graduado en economía por el Amherst College en Massachusetts, había comenzado a estudiar el paper de los investigadores de Harvard como parte de sus deberes de clase, ya que se le había solicitado que revisase los datos de algún estudio célebre. Herndon eligió el de Rogoff y Reinhart debido a su preocupación por las consecuencias que los recortes pueden causar en los países en que se apliquen y se encontró con que era incapaz de replicar los resultados de la investigación, a pesar de haberla revisado en repetidas ocasiones. Se puso en contacto con los autores para obtener los datos en los que su estudio se basó, y Reinhart le dijo que si bien no podía atender sus consultas, sí le envió las cifras en las que se había basado.
Los economistas se habían equivocado al seleccionar las celdas de ExcelReinhart comentó al estudiante que podía publicar lo que quisiera a partir de dichas estadísticas. Herndon se sorprendió al revisar el documento Excel enviado por la profesora, ya que los errores saltaban a primera vista. Para empezar, no se habían contabilizado cinco de los veinte paísesconsultados (una cuarta parta) en la cifra de la media del producto interior bruto de los países con mayor nivel de deuda. Simplemente, se trataba de un error de selección, ya que los profesores habían elegido hasta la fila nº 44, cuando deberían haber llegado a la nº 49.
Además, se habían pasado por alto los casos de diversos países (Nueva Zelanda, Australia o Canadá) que podrían haber contradicho la tesis de los investigadores. Sin embargo, Herndon no considera que los autores actuasen con mala fe, sino que no se trataba más que de un error inintencionado que matiza la idea principal de los profesores de Harvard. Un problema en apariencia menor que, sin embargo, puede haber tenido consecuencias devastadoras al extender la idea de que la reducción del déficit y el crecimiento del país estaban directamente relacionados.
Una contrarréplica aceptada
La actitud de los profesores que revisaron el trabajo del alumno fue la de desconfiar de los resultados obtenidos por éste, ya que no consideraban que un simple doctorando fuese capaz de desmentir de una manera tan sencilla uno de los estudios más importantes de los últimos años. Pero tras un mes repasando los resultados, el profesor Robert Pollin aseguró que efectivamente, su alumno estaba en lo cierto, en declaraciones a Reuters. “Al principio, no le creí. Pensé ‘es un estudiante, tiene que estar equivocado. Son unos economistas eminentes y él es un graduado”. Pero Herndon estaba en lo cierto.
Los autores reconocieron su error y prometieron que redoblarían sus esfuerzos para evitar que algo así volviese a ocurrirEl siguiente paso era, por lo tanto, ofrecer una respuesta al célebre artículo de Harvard, así que Pollin y su colega Michael Ash se prestaron a dirigirlo. Pronto, Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A critique of Reinhart and Rogoff comenzó a circular por los círculos económicos, y el espaldarazo final fue recibido cuando el columnista de The New York Times Paul Krugman se hizo eco de él. Poco después,los autores del estudio reconocían su error como “un problema de codificación” y aseguraron que en lo sucesivo redoblarían sus esfuerzos para evitar que volviese a ocurrir algo así, aunque siguen defendiendo sus conclusiones y consideran que el hallazgo no altera significativamente sus resultados.
Sin embargo, Hardon señala que, de igual manera que había que interpretar con cautela los pasados resultados de la investigación, ahora hay que hacer lo propio con los nuevos descubrimientos. “Sería absurdo pensar que los gobiernos no deben preocuparse por sus niveles de déficit, pero al contrario de lo que piensan Reinhart y Rogoff, no hay un umbral claro en la relación entre el producto interior bruto y la deuda pública a partir del cual los países comienzan a experimentar un declive en su crecimiento”, indicaba el joven profesor a Business Insider.